sábado, septiembre 23, 2006

Diarios de una vida

Sentía como en su cabeza las ideas se amontonaban, intentaban salir de ella, manifestarse, deseaban quedar plasmadas en el papel, esperando que allí encontrasen orden y sentido. Sentía el imperioso deseo de que sus dedos corriesen y, mientras la música sonaba, diesen forma a algunas de sus preocupaciones.
Los bajos se amoldaban a periodos pensativos mientras que los crechendo eran los álgidos de sus reflexiones…era curioso como sentía que todo parecía seguir un orden coherente y acompasado, mecido por las notas.
La música la inundaba, la tinta corría en ríos de: no puedos, cansadas, desgracias, miserables…
Escribía con el corazón pero siempre, siempre drogada por la música.
La mecía, se introducía dentro de ella, corría por sus entrañas, agitaba su ser, la devolvía pensamientos con palabras que jamás creyó que podrían salir de su boca, de su mente…
Injusticia, miserable, traición, banalidades…los sentimientos la golpeaban incesantemente. Comenzó a sudar. Su cabeza iba más rápido que su mano. Su corazón parecía desbocado, sentía como sus pulsaciones aumentaban, se sentía extrañamente excitada, extasiada, tenía ganas de correr, de gritar, de inundar todo con sus palabras.
Tenía que escribir, era ahora, sabía que más tarde no podría, que las puertas de su mente se cerrarían, que no volvería a sentir lo mismo ni con las mismas fuerzas, ni con las mismas ganas. Debía comenzar. Ahora o nunca:
¿ Por qué no podía ir todo de continuo? ¿Por qué toda su vida tenía que ser como la música que escuchaba? ¿ Por qué todo se reducía a periodos de felicidad seguidos de tristeza? ¿Por qué la gente cambiaba tan pronto de parecer, de forma de ser, de compostura para después comenzar, de nuevo, con la misma teatralidad con la que habían empezado?
Quizás fuese fruto de su imaginación. Sabía que en innumerables ocasiones la había jugado malas pasadas, había intentado cubrirla de desconcierto, tristeza, de asombro, soledad…pero tenía que haber alguna forma de sobreponerse a ello, tenía que haber alguna forma de hacerle frente, de saber cuando era su mente y cuando la realidad la que en esos instantes imperaba. Una forma de saber, con exactitud, a que se estaba enfrentado y en que medida debía preocuparse por ello.
En el fondo de su ser sabía que la respuesta solo podía encontrarla ella, a pesar de estar segura de no ser la única que llevaba esta carga.
La gente es cobarde, teme expresar sus miedos, teme sentirse rechazada, teme reconocer que no ha sido feliz del todo, o al menos, feliz en los momentos que otros lo han sido por que eso supondría reconocer que no han sido iguales, que han sido distintos en el sentido negativo que esta palabra toma: han sido excluidos, humillados, vejados o simplemente despreciados.
¿ Quizás debería presionarles para que la dejasen ver sus miedos ? Quien sabe si, en las desgracias ajenas encontraría consuelo, repuestas…alguien, seguro, habría hecho frente al problema alguna vez.
Pero lo que más la frustraba, lo que más la preocupaba era la incapacidad de poder tomar decisiones al respecto debido precisamente a que nada era para siempre:
Cuando creía que la racha mala continuaría indefinidamente, y por su mente pasaban distintas ideas con las que poder ahogar su tristeza y sus desgracias, en ese momento en que estaba dispuesta romper con todo, en ese momento, la música subía poco a poco, gradualmente, sentía como el cielo se abría, como la luz conseguía penetrar entre las nubes y hacerse paso para llegar a ella y así, poco a poco, calmarla, reconfortarla, sumirla de nuevo en el éxtasis que solo la felicidad podía proporcionarla .
Las cosas en ese momento comenzaban a cambiar. Todo daba un giro de 360 grados, sus ideas se desmoronaban a medida que su frustración se mezclaba con la felicidad como gotas de tinta en un vaso.
Creía ser feliz. Quizás lo fuese.
Pero sabía, en lo profundo de su ser, que no era definitivo. Las nubes no siempre estarían abiertas para dejar que la luz la inundase, sabía que tarde o temprano volvería todo a nublarse…y temía ese momento. Mientras tanto debía aprovechar el tiempo al máximo y encontrar suficientes argumentos con los que poder hacer frente a su miedo cuando la oscuridad comenzase de nuevo; argumentos que como pieles se arropen junto a ella y la protejan, la defiendan de la momentánea soledad, de la tristeza, del desamor.
Por que la música nunca, nunca dejaría de sonar. Iría más rápido o más despacio.
La haría llorar o quizás reír, podría gustarla y excitarla, elevarla a lo más alto o sumirla en un abismo de pena y sobrecogimiento, pero de algo estaba claro, quizás de lo único que estaba totalmente segura.
Nunca dejaría de sonar.

domingo, septiembre 17, 2006

Proyectos asexuados e inacabados. Part.II

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viernes, septiembre 08, 2006

Queridas damas del jurado...




Hoy no siento…
Todo está gris y parece ir más lento
Los segundos son minutos y los minutos…horas
Y tengo miedo a pararme a reflexionar…
Porque siempre me haces sentir mal en estos días, y hoy…
Porque siempre caigo por lo que soy sin aceptar mi dolor
Por que tengo miedo a entender lo que ya entiendo y aun así
No entiendo mi frustración…
Sin manos
Las palabras no pueden escribirse
Sin sueños
La vida no puede vivirse
Tira de mí y lánzame al vacío que el viento juegue con nosotros
que él haga que flotemos siempre
y la piel deje de doler
Por que, al fin y al cabo
Todo se reduce a lo mismo…