Compota amarga de melocotones
Eran tantas notas difusas las que necesitaban una armonía urgentemente... necesitaban un aliento, un cielo a través del cual correr libre y ser cantadas.
Un perfume que recordar y al que asociar colores, viajes a tierras lejanas, sueños polares, minotauros erúditos y violetas de canela.
Una cara a la que dibujar risas y lágrimas con pinceles de emociones, a la que susurrar al oido mientras se muerde el cuello.
Un cuerpo al que explorar y hacer estremecerse con cada caricia traviesa que se escapara de entre los dedos.
Su mente alquímica alcanzaba los ingredientes necesarios y sin embargo a sus manos les sobraban alambiques, redomas y crisoles
Fuera quien fuera, fuese lo que fuese, buscase lo que buscase
-Te necesito, aparece...
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
(F.G.Lorca)